Elohim
- Leonardo E. Arteaga Ibarra
- 11 abr 2022
- 2 Min. de lectura

Triptych of the Mystical Marriage of St. Catherine of Alexandria, right wing: Scene of St. John the Evangelist in Patmos (1474 – 1479), Hans Memling.
Vagaba en un antiguo templo mediterráneo
ahogado en las sombras del fracaso y la furia,
por no poder salvar a la tierra de su caos momentáneo,
ni a la mujer, ni al hombre de su penuria.
Bajé las escaleras y mirando al cielo exclamé:
“¡Dios mío!, ¡Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?”,
y llegó a mi presencia un león alado
envuelto en un lienzo dorado,
y junto a él venía un águila de gran tamaño.
Ambos resplandecían cual blanca arena del mar.
No recuerdo las palabras de Marcos, o si dijo algo,
y aunque recuerdo que Juan habló
lo único que guardé es esta oración:
“Nadie sabe el día ni la hora,
el momento no tiene nombre
sólo es una cifra… una fecha.”
Entonces el cielo se abrió
y a mi mente vino la siguiente visión:
Yo Soy el que Soy, pronunció
y la plaga al aire marchitó
como el tiempo a la flor.
Yo Soy el que Soy, dijo la voz
y la lluvia de fuego comenzó
como cualquier guerra atroz.
Yo Soy el que Soy, recitó
y el hambre a la tierra llegó
como estrellas de noche.
Yo Soy el que Soy, sentenció
y un cántaro de agua traía,
era el fin de una Era.
Y dijo así:
“Babilonia, tierra entre ríos,
una vez más arderás
como Egipto y la sangre del Nilo.
Corre al árbol de dátiles
y brota en su fresco sabor,
porque estás pisando tierra santa.”
La visión terminó
y las cortinas del cielo se cerraron.
Regresé corriendo al templo
y leí una inscripción en latín que decía:
“DIOS TIENE MIEDO,
EL EJEMPLO ES BABEL:
LO INCOMUNICABLE.
EL EJERCICIO DEL DIABLO
NO ES LA SEGREGACIÓN
SINO LA VOLUNTAD DE UNIÓN.
AL IGUAL QUE LOS HOMBRES,
DIOS NO SABÍA QUE VIVÍA
HASTA QUE EMPEZÓ A PERECER.”
El estuco traía la firma de Lucifer.
Entonces tomé una piedra
y debajo de la inscripción
escribí, en hebreo, lo siguiente:
“La dicha es una congregación de siluetas y sombras…
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.”
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