Muero como héroe sin valentía,
como abeja sin miel, sin reina y enjambre.
Soy un monje sin dios, cielo, fe y abadía,
y mi monasterio se muere de hambre.
Mi piel es un trapo que cada día
envejece un poco más. Un estambre
que acaba con los años, una vía
de tren mi cabello es… un viejo alambre.
Me muero de sed -igual que las plantas-
de granizo y sequía, muero en vida.
Fallezco cada noche entre las mantas
y sincronizo en la nada. Fallida,
triste melancolía, pues de tantas
formas ha muerto mi estrella querida.