El Espejo
- Leonardo E. Arteaga Ibarra
- 30 may 2024
- 4 Min. de lectura

La Vieja con un espejo (1828), Francisco de Goya
—Saraí, recuerda que hoy tienes una entrevista de trabajo en la mansión de la Sra. Spiegel —señaló su madre.
—Sí, ma, tengo que obtener este trabajo sí o sí. Nos ayudaría a salir de los problemas económicos que tenemos, además, ahora que entré a la universidad serán ingresos extras que me ayudarán a costear la carrera de medicina.
Saraí, era una joven de diecinueve años que estaba a punto de entrar a la universidad, pero que necesitaba recursos para costear sus actividades académicas. Además, desde los dieciséis años había ayudado a solventar gastos en el hogar, pues vivía sola con su madre desde muy pequeña. No tenía hermanos y su padre había fallecido en un accidente cuando era muy pequeña, por lo que era bastante independiente, era el principal apoyo de su madre.
Se había acordado de que la cita de trabajo en la mansión Spiegel fuera a las dos de la tarde. A esa hora llegó Saraí, sólo para darse cuenta de que, como ella había, seis jóvenes que buscaban el trabajo. Pasó a entrevista un poco más tarde de la hora acordada. La entrevista la realizó la Sra. Spiegel, durante la entrevista todo salió de maravilla, por lo que estaba casi segura de que le darían el trabajo.
Al parecer la Sra. Spiegel buscaba a una joven que la ayudara con algunas actividades domésticas, pero también a cuidar su salud, por lo que le fascinó que Saraí se fuera a formar como médico. Además, la ubicación, los horarios y el salario, eran perfectos para ambas.
La Sra. Spiegel era una señora solitaria, si bien en su juventud se había casado en un par de ocasiones, nunca había tenido hijos, por lo que había heredado grandes cantidades de dinero. No le gustaba mucho salir de casa, por lo que parte de las funciones de Saraí también sería llevarle el mandado.
Durante el primer día de trabajo, la Sra. Spiegel, le mostró las habitaciones de la casa y las funciones que tenía que realizar en cada lugar. Sin embargo, le prohibió categóricamente que subiera al ático, pues señaló que ahí había varias pertenencias de sus exesposos y que prefería que nadie subiera a ese lugar; si algo salía de ahí, le traería recuerdos desagradables.
Durante los primeros días todo marchó con cierta normalidad, la Sra. Spiegel, estaba encantada con el trabajo que realizaba Saraí. Además, también le revisaba la presión y la azúcar de vez en cuando, esto con el fin de monitorear su estado de salud. Saraí veía esto como una oportunidad perfecta para poner en práctica lo que iba aprendiendo en la carrera.
Las actividades que realizaba Saraí eran las siguientes: en la mañana pasaba al mercado por el mandado que le había encargado previamente la Sra. Spiegel, después le revisaba los signos vitales y preparaba el desayuno, la Sra. Spiegel, se quedaba dormida un par de horas después de desayunar. En ese momento Saraí hacía la limpieza y las labores del hogar y al finalizar aprovechaba para dejar la comida preparada para la Sra. Spiegel. Salía a las 4:30 p.m. y llegaba a sus clases en la universidad en la tarde. Tenía la fortuna de que la universidad estaba en la misma colonia que la mansión Spiegel.
Después de la primera semana, las cosas comenzaron a cambiar. La Sra. Spiegel empezó a enfermar, por lo que cada vez dormía más horas después del desayuno. Uno de esos días, en los que la Sra. Spiegel estaba enferma, Saraí escuchó una secuencia de golpes en el ático, a su parecer era como un llamado de auxilio, por lo que después de dudarlo bastante tiempo decidió subir a ver que eran esos golpes.
Al entrar al ático, Saraí, no vio a nadie. El ático era amplio y, como bien había mencionado la Sra. Spiegel, estaba lleno de artefactos: joyas, ropa, fotografías, etcétera, de sus difuntos exesposos. Sin embargo, en el lugar también había un antiguo espejo cubierto con una vieja manta desgastada. Justo en el momento en el que Saraí iba a regresar a sus actividades, volvió a escuchar la secuencia de golpes. Al voltear se dio cuenta de que los golpes provenían del espejo. Un frío intenso cubrió su cuerpo y los vellos de la piel se le erizaron. Tenía miedo, mucho miedo, pero, también curiosidad por saber que era lo que estaba golpeando el espejo, pues pensó que tal vez podría ser una simple ilusión. Al quitar la vieja manta desgastada del espejo se encontró con una joven atrapada en él. El terror que la invadió fue enorme, pero la joven atrapada en el espejo trató de tranquilizarla, diciendo:
—¡No temas!, no soy yo a quien debes de temer. La Sra. Spiegel me mantiene atrapada aquí desde hace mucho tiempo. Por favor, ayúdame a salir.
—¿Por qué te atrapó en el espejo? —preguntó Saraí y continúo — ¿Cómo puedo ayudarte?
—Yo era la hija de su último exesposo, me correspondía toda la herencia. Es por eso qué ella decidió atraparme aquí. Si te fijas detrás del espejo, hay una marca, tienes que borrarla, así podrás liberarme.
En ese momento, Saraí, tomó la vieja manta que cubría el espejo, la remojó con agua y jabón y comenzó a borrar la marca. Mientras que la Sra. Spiegel iba subiendo las escaleras del ático, sólo para gritar:
—¡No, Saraí, no lo hagas!
Al borrar la marca el espejo se quebró y quien fuera una simple joven se convirtió en un demonio, se paró enfrente de la Sra. Spiegel y dijo:
—Así que crees que puedes conjurarme y controlarme. —dijo entre risas, y continúo —Y todo por tu necesidad de dinero y poder. Te demostraré que es lo que pasa cuando los seres humanos tratan de obtener obediencia de un demonio.
En ese momento, la Sra. Spiegel se convirtió en un viejo y desgastado espejo y el demonio se fue sin hacerle daño a Saraí como agradecimiento por haberlo liberado de aquel conjuro.
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